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ANTONIO ARES CAMERINO

Por: Karu Jisatsu
Tomado de: La voz digital.es


En la cultura japonesa las interrelaciones, tanto personales como sociales, están marcadas por las ideas del honor, la obligación y el deber. Una de las señas de identidad del país nipón es el concepto del trabajo que tienen sus habitantes.

Las relaciones empresa- persona empleada trascienden la mera reciprocidad contractual (de hecho muchos de los contratos son verbales y no escritos) para convertirse en una cuestión de honestidad suprema. Lo que para los occidentales es una forma de ganarse el sustento diario y para los latinos una maldición bíblica, para los habitantes del país del sol naciente es poco menos que la parte esencial de la existencia.

El sentido ético del trabajo, el sentirse parte fundamental e imprescindible de la organización y los sistemas de producción muy ajustados han provocado que en Japón se hayan acuñado los términos de dos patologías de extrema gravedad. El Karoshi o muerte por exceso de trabajo, y el Karu-Jisatsu o el suicidio provocado por las condiciones laborales.

Recientemente ha saltado a los medios de comunicación la epidemia de suicidios, más de 20 en total, en la empresa francesa de telecomunicaciones France Telecom. Este aumento de casos de autolisis no es nuevo en empresas galas, ya que en años anteriores se han producido brotes similares en empresas del sector automovilístico.

Detrás de este tremendo drama se encuentra un aumento desmesurado de las patologías psiquiátricas provocadas por unas condiciones psicosociales y organizacionales en el medio laboral totalmente adversas. La presión a la que se ve sometida la clase trabajadora, pendiente siempre de unos objetivos a veces inalcanzables y de una cuenta de resultados en la que sólo participa cuando hay pérdidas, hace que muchos no puedan resistir.

En la era de las tecnologías y de la informática, en la que nos prometían un trabajo mas distendido y creativo, se ha impuesto el ritmo frenético del que somos prisioneros. En enero de 2007 entró en vigor el Real Decreto 1299/2006 de 10 de noviembre por el que se aprueba el Cuadro de Enfermedades Profesionales en el Sistema de la Seguridad Social.

Este nuevo listado es el resultado de la adaptación a nuestra normativa de la Recomendación 2003/670 de la Unión Europea, fruto de más de trece años de negociaciones.

Lo que en un principio surge como un instrumento para sacar a la luz un número importante de enfermedades profesionales que no eran declaradas, se ha convertido en una norma, que por sus resultados, es mucho más restrictiva. Desde su aplicación el número de enfermedades profesionales que se declaran en nuestro país no para de descender (en el primer semestres del 2009 han descendido en un 15%).

Un dato que llama la atención de este nuevo listado, que será el que sirva para discernir si una enfermedad tiene un origen laboral o no en los próximos 15 ó 20 años, es que no incluye ninguna patología relacionada con los riesgos psicosociales relacionados con el trabajo.

Las llamadas enfermedades emergentes no han tenido cabida en el mismo. Como si la ansiedad, el estrés, la depresión, el burn out o síndrome de agotamiento, el consumo excesivo de ansiolíticos, las adicciones, el mobbing, etc. no tuvieran nada que ver con nuestras condiciones laborales.

En pleno siglo XXI en el que los principales problemas de salud de las personas que trabajan están relacionados con aspectos psicosociales, hemos elaborado una lista más propia del concepto fabril del trabajo de principios del siglo XX.

Si bien es difícil contar con un instrumento que se capaz de medir el grado de estrés al que estamos sometidos en el trabajo, sin caer en las subjetividades tanto del observador como de la persona observada, no es menos cierto que existen herramientas que de manera fiable nos pueden servir para encontrar el origen de nuestros males.

A todo esto, uno de cada cinco españoles estaría deseando estar estresado por la carga de trabajo.

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